Entró a la habitación
y se cercioró que ninguno de sus compañeros estuviera en la pieza. Puso llave
en la puerta. Cualquier reproche diría que por aquello de las dudas mejor dejar
cerrada la habitación mientras durmiese, adentro estaban las computadoras de
todos. Encendió la suya y escribió la página de siempre. Buscaba complacerse
con un video pornográfico, el que hubiese sido más concurrido por otros
cibernautas, el que tuviese mejor ranking. Halló uno con un nombre sugestivo,
con un cuerpo de mujer que ya había contemplado en otras ocasiones. Sabía que
era poco probable que la trama lo sorprendiese; el final sería el mismo a todos
los videos que había contemplado en su vida. Conocía tan bien ese movimiento
con la mano izquierda, esa cadencia para que el acto no fuese un desfogue
ciego, una precipitación rápida hacia una desolación más profunda. Se puso sus
audífonos, quería que sus sentidos se colmaran. Los gemidos de la pornstar eran cada vez más ansiosos. Se
sentía más excitado, más concentrado en las reacciones de la mujer. Ella
suspendió su frenesí y recuperó su voz, de algún lugar que no era ese escenario
de película subvencionada dijo: This is
beautiful. El hombre musculoso que la cogía no supo hacer otra cosa que
reírse. Él perdió la erección, la sangre se le fue para otro sitio. Tomó el
celular y seleccionó la agenda telefónica. Ya no pudo ver la lista de
contactos.
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