En la habitación
existe un debate sobre qué jugador es mejor. Los colombianos enardecidos por el
desempeño de su selección nacional en el mundial no dan más de sí con James
Rodríguez. Vagamente rescatan a Radamel Falcao. El peruano se limita a Pizarro.
Emplea una táctica extra-futbolística, alude a un premio donde lo catalogan el
jugador extranjero más apuesto en la Bundesliga. Ríe, pero en el fondo cree que
sus argumentos conseguirán un peldaño en el podio para su compatriota. Yo me
escudo con el ‘Pescadito’ Ruiz, me acuerdo de una chilena en el Mateo Flores
contra Costa Rica. Nunca había gritado un gol con tanto fervor, nunca había
sentido la sintonía de una multitud como esa noche en la General Norte. Sé que
mi nostalgia no es válida, no le da ventaja, no lo hace mejor jugador. Se ríen
de mí, del ‘Pescadito’, siguen con su debate sin considerarme. Mencionan
equipos en Europa, titularidad, minutos. Prefiero marcharme, refugiarme en el
computador. Me siento traidor por no defender lo mío, pero no tengo argumentos.
Busco el video de esa chilena, porque quizá pueda convencer a alguien con esa
acrobacia, con ese desparpajo de talento. Me topo con otro video. Una final de
la MLS, el ‘Pescadito’ echando el gol del triunfo. Un gol trascendental. No
cualquier jugador saca la calidad en esos momentos. Estoy a punto de cerrar la
viñeta para buscar una anotación más espectacular, sin embargo, una corazonada.
Total, es un video de 3 minutos descontados a la vida. Aguardo y luego del
pitido final un reportero entrevista a Ruiz en español. Le pregunta a quién le
dedica el gol del campeonato. “Para el pueblo de Guatemala que sufre hambre y
violencia”. Una calidez navideña se aloja en mi pecho. Hormiguea el tacto de un
balón bajo mi pie derecho. No tengo que demostrarle nada a nadie.
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