Se preparaba para
tomar una ducha. El celular lo llevaba en la mano para bañarse oyendo música.
Una canción de la “Gran Calabaza” que lo despertase, que le sacudiera el sueño
que aún arrastraba desde la cama. Antes de abrir el grifo la música del celular
fue interrumpida por una llamada. Estuvo a punto de decidir no tomarla, la
devolvería cuando terminara de bañarse. Sin embargo, algo lo apremió, un
presentimiento, algo logró hurgar en su curiosidad, en ese descampado que era
su casa un domingo por la mañana. En la pantalla del celular apareció: Número
privado; pensó en un arranque de estupidez: ‘Mierda, el FBI’. Demasiados
documentales, demasiadas series de policías asesinando el tiempo. Contestó
intrigado. Un aló a secas. Del otro lado le respondieron con una tonadita que
conocía, que lo remitió a un par de meses atrás, ‘¿Sabés quién te habla?’.
Perdió la compostura, el manejo del espacio. Empezó a caminar medio desnudo por
las habitaciones, escuchando esa voz cavernosa de llamada de larga distancia.
Entendía quién hablaba, incluso la imaginaba hablando desde una cabina
telefónica, pero no podía asimilar la desbandada de palabras, lo que le
contaba. Se despedía de México, en cuestión de horas regresaría a Argentina,
todavía visitó Guanajuato y San Luis Potosí. Escuchó su risa a cientos de
kilómetros, su tonada cordobesa que empezó a arrepentirse por haberlo llamado,
por haber buscado el código de Guatemala en la guía telefónica. Calló y supo
que aguardaba por sus palabras. En un ataque de pánico le preguntó si había
visto mucho oro en Guanajuato, si había visto momias. Una transición hacia el
estupor: le contó sobre su rutina en la facultad porque no tenía otra cosa qué
contarle. Ella lo interrumpió, le advirtió que ya sólo le quedaban 7 segundos
de aire. La imaginó despeinada, con sus pertenencias desparramadas a sus pies,
ocupando la cabina con total propiedad como todos los sitios, limitándose a
respirar, contando el tiempo exacto para decirle un ‘te quiero’ que coincidiera
con el tono de llamada cortada. Vio extrañado la pantalla del celular, sintió
una fuga, un desconcierto.
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