Si viajo a Buenos Aires lo hago con el único propósito de encontrarlo. Le
escribo a usted, Roberto Abbondanzieri. No soy un hincha enardecido de Boca
Juniors, ni un fan particular suyo. Sin embargo, estoy decidido a buscarlo a
toda costa. No lo hago por mí, sino por la memoria de un amigo. Creo que no me
he puesto a pensar si usted se encuentra realmente en ella. Asimismo no sé bien
cómo armaré mis palabras cuando lo tenga enfrente, qué alcanzaré a decirle
durante el tiempo que usted me conceda. Lo imagino en una academia deportiva,
entrenando niños que aspiran llegar a dónde usted llegó. Y quizá eso me dé una
pauta para saber cómo hablarle, para contarle que mi amigo en realidad quiso
ser como usted, literalmente. Nunca se lo pregunté pero estoy seguro que él
decidió la posición de arquero por usted, por la gloria que sintió propia al
verlo atajar cualquier penal de su carrera, cualquier penal trascendental.
Desconozco si llega a enternecerse cuando casualmente mira a un niño portando
su camisola, usando su número y apellido sobre la espalda. Mi amigo quería que
lo reconocieran por su apodo, que lo demás le dijeran ‘Pato’ con naturalidad,
que lo asociaran inmediatamente con usted. En palabras sencillas, usted era su
ídolo, y continuaría siéndolo si él aún estuviera con vida. La violencia en
Guatemala no se limita a las noticias de actualidad, termina alojándose en el
horizonte, en nuestras aspiraciones. ¿A dónde habrá ido ese anhelo de ser
portero profesional? ¿Qué habrá sido de él al momento de la ráfaga, de la vida
echándose abruptamente hacia atrás? Quizá usted se habría sentido orgulloso si hubiese
tenido la oportunidad de verlo bajo el marco. De seguro usted se habría
conmovido al ver la réplica de la camisola que usó en Boca Juniors cubriendo el
ataúd, envolviendo el reservorio de un sueño en fuga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario